Supersticiones en Japón

El arraigo de estas supersticiones se basa en que la tradición pasa de padres a hijos sin revisar el origen de la creencia.



Desde occidente, la imagen que se tiene de Japón es la de un país avanzado, que vive en el futuro, que mira hacia el futuro mientras mantiene vivas algunas tradiciones ancestrales.
Sin embargo, en mi opinión, no ha llegado hasta nosotros la vertiente supersticiosa de este pueblo, como sí ha llegado la de su vecina China, por ejemplo.

Pues sí, en Japón son numerosas las supersticiones. Todas ellas provenientes de su "recientemente" superada Edad Media, de su religión nativa, el shinto, y de influencias provenientes de países cercanos, como es el caso de China y el budismo.
A raíz de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki se generaron algunas creencias supersticiosas, pero la mayoría de ellas siguen proviniendo de costumbres y cultura muy antiguas de Japón.  Son utilizadas para enseñar lecciones o como consejo práctico.



Es éste un tema, no solo interesante por lo curioso , sino también por lo necesario para evitar situaciones incómodas cuando se viaja o vive allí dado que, como decimos, son creencias  muy arraigadas en la costumbre japonesa actual.
Parece ser que, generalmente, los japoneses niegan rotundamente ser supersticiosos pero, como veremos, sus supersticiones están muy arraigadas en su costumbre y educación.
De hecho, los japoneses suelen comprar unos palitos de papel enrollado (omikuji) que colocan en los templos para conocer la suerte, ya que se cree que estos pedazos de papel predicen la suerte, desde la muy buena hasta la muy mala suerte, en aspectos como el amor, la amistad o los estudios, entre otros.

Algunas de las supersticiones japonesas más comunes provienen de la sabiduría popular:
  • Si juegas con fuego, mojarás tu cama. Sirve de enseñanza para que los niños sepan que el fuego es peligroso.
  • Romper la correa de una “geta” (zueco de madera) o, por extensión, una “zori” (zapatilla) trae mala suerte.

Curiosamente, no es ésta la única creencia sobre el calzado. Hay algunas más:

  • Si estrenas zapatos nuevos y por cualquier cosa se mojan en un día lluvioso, cada vez que te los pongas, lloverá.
  • No estrenes zapatos nuevos por la noche, que atrae la mala suerte.
  • Si pones un zapato de alguien que se ha escapado o ha huido en el horno de la cocina, éste volverá por su propio pie.

Pero hay muchas más de diversa temática:

  • Comer anguila frita y melón en la misma comida es signo de mal augurio.

El sueño que se tiene la primera noche del año nuevo (conocido como hatsuyume (初夢) o “primer sueño”), es muy importante, ya que puede indicar la suerte que tendrás ese año. Es tan importante que el segundo día del año en el calendario tradicional japonés se llama hatsuyume.
  • Soñar con serpientes (sobre todo blancas) es signo de buenos augurios. Lo mismo sucede si se sueña con berenjenas (superstición que proviene de la época de los Tokugawa).
  • Si descansas después de comer, te convertirás en una vaca. Parece ser que esta superstición procura evitar que se extienda la pereza.
  • Si silbas o tocas una flauta de noche, las serpientes vendrán a ti. (parece ser que se buscaba transmitir la costumbre de que no se moleste a los vecinos y, al parecer, las serpientes hacen referencia a los ladrones). En otras zonas de Japón (Okinawa), se dice que si silbas de noche, aparecen los fantasmas.
  • Pisar la unión de los tatami trae mala suerte. Esta superstición proviene de la época de los samurai, en la que algunas veces los espías se metían por debajo de las casas y acuchillaban a la víctima a través de las uniones de los tatami. Por ese motivo comenzaron a montarse los tatami de manera que no coincidieran las uniones de más de dos "jo".
  • Cuando estornudas, sin estar resfriado, indica que alguien está hablando en ese momento de ti. (Es análogo a lo que se suele decir en algunos países cuando a alguien le pitan los oídos).
  • Nunca hay que dejar pasar de largo un templo sin dar dos palmadas delante el altar, inclinarse en reverencia, decir una oración a los dioses. Si hay una campana delante del templo, hay que finalizar tocando una vez la campana.
  • Hay que evitar tomar fotografías a las tumbas para no perturbar el descanso de los difuntos.
  • Si se te cae un diente del maxilar inferior, tienes que tirarlo hacia el tejado de tu casa. Si, por el contrario, pierdes un diente del maxilar superior, deberás subir al tejado de tu casa y arrojarlo desde allí. Si no lo haces así, atraerás la mala suerte.


Incluso, hay supersticiones sobre la sangre. Un grupo de supersticiones muy características de la cultura china, que ha acabado trasladándose a la cultura japonesa, es la de las originadas por la polisemia (es decir, que existan varios significados para una misma palabra).
Las más típicas son las referidas a los números y, de hecho, la más conocida es la de evitar pronunciar o escribir el cuatro. Algunas de ellas son:
  • El número cuatro trae mala suerte. Ello se debe a que se pronuncia igual que la palabra “muerte”. Quizás por ello existen dos pronunciaciones distintas para decir “cuatro”.

De hecho, otra costumbre dice que no debe pronunciarse la palabra “shio” (sal) por la noche, ya que se puede confundir con shi (muerte).
  • Lo mismo sucede con el número nueve, que en japonés suena igual que “sufrimiento” y, de igual forma, existen dos formas de pronunciarlo.

Hemos observado que la gente mayor es especialmente cuidadosa a la hora de escoger la pronunciación adecuada de estos dos números y, de hecho, en determinados ambientes puede sonar muy maleducado elegir la forma inapropiada de decirlos.
Está tan extendida esta superstición que los aparcamientos, plantas de hoteles u hospitales, y otras muchas cosas no se numeran con el 4 o el 9. Recientemente se hizo un estudio que aseguraba que los pisos de segunda mano localizados en estas plantas y que se ponían a la venta tardaban más en venderse y tenían un precio más económico, lo que corrobora que a pesar que los japoneses nieguen taxtativamente creer en las supersticiones, éstas influyen de manera notable en sus vidas.
Muchas veces, en los casos en que no pueda o deba eliminarse el número cuatro, como en el caso de las plantas de edificios, lo que se hace es poner una "F" (del inglés "four") en lugar de un 4.
  • El número 43 también es objeto de mala suerte, ya que se pronuncia igual que “nacido muerto” por lo que se evita especialmente a la hora de numerar habitaciones en las maternidades de los hospitales.

El número 42 y el 24 también, por su pronunciación, se relacionan con la muerte y también se evitan.
Una de las ideas más extendidas y curiosas relacionada con los números se refiere al origen de la palabra yakuza (la mafia japonesa) que se cree que proviene de ya (8), ku (9), za (3), ya que 8, 9 y 3, ó 20 puntos, es la peor mano del juego de cartas Hanafuda.
Los días 4 y 14 del mes son considerados de mala suerte, mientras que el día 28 trae buena suerte.
  • Si un coche fúnebre pasa delante de tí, oculta tu pulgar dentro del puño. Esta superstición se debe a que el dedo pulgar en japonés se llama “dedo padre” por lo que, tradicionalmente, ocultarlo es protegerlo, como signo de protección para que los padres no mueran.
  • Hay que evitar cortarse las uñas por la noche, ya que los kanjis con los que se escribe la expresión (“yozume”) pueden confundirse con los de la expresión “muerte rápida” o “muerte prematura”.
  • No deben usarse palabras como “kaeru” para hablar sobre  “volver a casa” o “modoru” para comentar que se vuelve de una boda. Se cree que si se dicen estas expresiones, la novia dejará al marido y volverá a casa de sus padres.

Precisamente sobre la vida y la muerte hay unas cuantas supercherías más relacionadas:
  • Nunca debe dormirse con la cabeza apuntando hacia el norte o la vida será corta. Se trata de una creencia muy ligada al feng shui chino.
  • Si vas a un funeral, échate sal sobre tu hombro antes de entrar en casa como signo para limpiarte de la mala suerte que ha podido quedarse pegada a tí tras el funeral. Esta tradición ha llegado hasta occidente. Es más, respecto a la sal, los luchadores de sumo esparcen sal sobre el terreno de arena donde van a pelear para evitar la mala suerte
  • Los palillos o chopsticks no deben clavarse jamás en la comida, y mucho menos en el arroz. Éste es un signo tremendamente feo y ofensivo tanto en Japón como en China, pues significa que deseas la muerte del resto de comensales. El motivo de esta superstición proviene de que los palillos sólo se clavan en el arroz de los cuencos colocados en las aras funerarias.
  • De la misma manera, está muy mal visto que la comida se pase de palillos a palillos. El motivo es el mismo que en el caso anterior.  Dentro del ritual funerario, los restos incinerados de la persona junto con algunos fragmentos de los huesos, se pasan a la urna con los palillos. Este ritual se denomina ほとけばし (hotokebashi) (en la cultura japonesa, el budismo es la religión mayoritaria para los ritos funerarios y, por ello, todos los difuntos son incinerados).
  • Algunos supersticiosos ponen sus pulgares hacia abajo al paso de la comitiva fúnebre para que la muerte pase de largo y no se fije en ellos.
  • También es costumbre cubrir los espejos del dormitorio por la noche con un pañuelo grande para evitar que cualquier espíritu lo atraviese y se apodere del de los durmientes.
  • Los más supersticiosos todavía creen que la persona que aparece en medio de una foto de tres personas tendrá mala suerte e incluso podría morir a una edad temprana.
  • Está muy mal visto el escribir el nombre de alguien en rojo. Equivale a desear la muerte de la persona

Aunque, no todo es mala suerte. También hay prácticas que se considera que dan buena suerte:
  • Al igual que en otras partes del mundo, también en Japón se cree que da buena suerte pisar los excrementos de los animales.
  • Comer umeboshi todas las mañanas se cree que asegura que no se sufran accidentes durante ese día. Quizás por eso (y porque se le atribuyen algunas cualidades saludables) se sirve umeboshi en cualquier desayuno ortodoxo japonés (a mí me gusta bastante su sabor).

Pero, para el caso en que no se haya hecho caso de alguno de estos consejos, existen unos amuletos llamados "omamori" (que se venden en casi todos los templos) que sirven para acabar con la mala suerte o protegerse de ella. Pueden encontrarse amuletos para protegerse contra casi contra cualquier tipo de mala suerte.




Presión

Cambiando un poco el estilo con el que presentamos las historias de terror aquí tenéis una historia, que aunque esta en inglés es bastante fácil de leer. Esperamos que os guste ^^.











Hitodama

Según el folklore japonés, son las almas de los recién fallecidos tomando forma de una llama fantasmal. La palabra hitodama es una combinación de las palabras japonesas hito, que significa "humano", y tama (abreviación para tamashii), que significa "alma". estas llamas según cabe suponer, aparecen como esferas azules y en ocasiones verdes con una estela larga. También se cree que son fuegos fatuos o tricksters("embaucadores") que se originan de gases fluorescentes que en ocasiones pueden ser vistas sobre tumbas humanas.


Las hitodama se dice son frecuentemente encontradas cerca de cementerios y en bosques sombríos durante el verano, donde se dice que viven. Son alegadamente vistas a veces cerca de una persona moribunda como una aparición del alma abandonando el cuerpo antes de "cruzar al otro lado". Muchos hitodama se desvanecen o caen al suelo poco después de ser divisadas.



Uno de los engaños que se cree le juegan a los humanos es conducirlos fuera de ruta, dejándolos desorientados. 
Algunos mitos japoneses consideran al hitodama como uno de los trucos de los kitsune, al usar su kitsune-bi (狐火, "llama de zorro") para descarriar a los viajeros. 


Llamas fantasmales en Japón también se conocen como onibi (鬼火, "fuego demoniaco"). En china son llamados gui-huo (pinyin) ó gwäe-fo (cantonés).

Yosaku y el pájaro

Hace muchos años, en Japón, había un joven muy pobre que vivía en una casita en medio de un gran bosque. Se llamaba Yosaku y se ganaba la vida recogiendo leña de la montaña para después venderla en la ciudad.

Un día que nevaba y hacía mucho frío, Yosaku salió como siempre de su casa para vender la leña en el mercado. Con lo que le dieron por la leña, se compró la comida para aquel día. De regreso a casa, oyó unos sonidos muy extraños. Al acercarse, descubrió un pájaro que estaba prisionero en una trampa.

- Pobre pájaro – pensó. Voy a ayudarlo a librarse de la trampa. Está sufriendo mucho.

Lo liberó de la trampa y el pájaro alzó el vuelo con gran alegría. Yosaku sonrió satisfecho y siguió su camino hacia casa. Había empezado a nevar y hacía mucho frío.
Una vez en casa y mientras encendía la chimenea, llamaron a la puerta. Yosaku no tenía ni idea de quién podía ser.
¡Qué sorpresa! Cuando abrió la puerta vio una joven preciosa, que estaba tiritando de frío. 
Yosaku le dijo:
- Pasa y caliéntate.
La joven explicó a Yokaku que se dirigía a visitar a un familiar que vivía cerca de allí.
- Ya es de noche- dijo Yosaku mientras miraba por la ventana.
- Sí – contestó la joven. – ¿Dejarías que me quedara a dormir esta noche aquí? – preguntó
- Me gustaría, de veras, Pero soy pobre y no tengo cama ni nada para comer.
- No me hace falta. –contestó la joven
- Entonces, puedes quedarte. – dijo Yosaku

Durante la noche, la joven hizo todas las faenas de la casa. Cuando Yosaku se despertó la mañana siguiente se puso muy contento al ver todo tan limpio.
Continuó nevando sin parar un día tras otro y la joven le preguntó: – ¿Puedo quedarme hasta que deje de nevar?
- Por supuesto que sí – contestó Yosaku

Pasaban los días y no paraba de nevar. Yosaku y la joven se hicieron muy amigos y poco a poco se fueron enamorando. Un día ella le preguntó:
- ¿Quieres casarte conmigo? Así siempre estaremos juntos
- Sí – contestó Yosaku. – ¡Acepto!
- A partir de ahora me puedes llamar Otsuru- dijo la joven

Después de casarse, Otsuru trabajaba y ayudaba mucho a su marido. Yosaku estaba muy feliz.
Un día, cuando Yosaku iba a salir a vender la leña, Otsuru le pidió que le comprara hilos de seda de colores. Iba a tejer. Mientras su marido iba al mercado a vender la leña y le compraba los hilos, Otsuru se quedó en casa preparando el telar para tejer. Cuando Yosaku, Otsuru se encerró en una habitación y le pidió que no entrara mientras ella trabajaba.

Otsuru pasó tres días tejiendo sin salir de la habitación y no comía ni dormía. Cuando acabó de tejer salió de la habitación e inmediatamente le enseñó a Yosaku el tejido que había hecho. Yosaku quedó maravillado. Era un tejido fino y delicado que combinaba colores y tonalidades de una manera increíble. Parecía imposible que unas manos fuesen capaces de crear un tejido de esa belleza.

- ¡Qué tejido tan bonito! ¡Es una maravilla! – exclamó Yosaku
- Podrías venderlo en la ciudad y sacarías mucho dinero- le dijo Otsuru

Yosaku fue a la ciudad ofreciendo a los señores ricos el precioso tejido. El rey, que paseaba por el mercado, vio el tejido y lo quiso comprar. Le ofreció mucho dinero a Yosaku, que volvió a casa muy contento y le dio las gracias a su esposa. Le dijo que el rey quería más tejido de aquél.

- No te preocupes- dijo Otsuru,- Ahora mismo me pongo a tejer más.
Esta vez también tardó cuatro días en tejer y estuvo sin comer ni dormir. Estaba muy débil cuando salió de la habitación.
Ella le dijo:
- Ya lo he acabado pero es la última vez que lo hago
- sí, sí – dijo Yosaku. No quiero que enfermes de tanto trabajar.
Yosaku llevó el tejido al rey quién le pagó muy bien. Cuando el rey miró la pieza dijo:
- Necesitaré más para el kimono de la princesa

Yosaku le explicó que era la última pieza que vendía, que era imposible que se hiciera más. Pero el rey amenazó con degollarlo si no le vendía más tejido. Así que Yosaku tuvo que ceder a la fuerza.

Cuando llegó a casa, Yosaku le explicó lo que había ocurrido a Otsuru y le pidió que por favor tejiera una vez más otra pieza. Otsuru aceptó el encargo y se metió en la habitación a tejer como las otras veces. Pero pasaron los días y Otsuru no salía de la habitación. Yosaku estaba muy preocupado por Otsuru, que estaba débil y delgada pero trabajaba sin parar. Como no podía entrar en la habitación, cada día se inquietaba más. Pero un día Yosaku no pudo resistirlo y decidió entrar en la habitación para ver como estaba su esposa. Y entonces vio una cosa sorprendente: un precioso pájaro que tejía con sus propias alas. El pájaro se giró y al ver a Yosaku empezó a cambiar de forma y se transformó en Otsuru. Yosaku no podía creer lo que veían sus ojos.

- ¡Has descubierto mi secreto! – exclamó. – Yo soy el pájaro que un día ayudaste a librarse de la trampa…..- dijo entre sollozos
Yosaku se había quedado sin habla
- Pero ahora que has descubierto mi secreto, me tendré que ir – dijo. Y cuando había acabado de decirlo, Otsuru se transformó otra vez en el pájaro y salió volando por la ventana.
Yosaku empezó entonces a gritar llorando:
- Espera, vuelve por favor, vuelve!!!!!!

Pero el pájaro ya había alzado el vuelo y se alejaba emitiendo sonidos tristes